Nosotros muchas veces, no encontramos a Dios, porque lo desconocemos, desconocemos las Sagradas Escrituras, que nos hablan de él. Pero también desconocemos a Dios porque no intentamos entrar en contacto con él. Por eso Felipe nos dice a nosotros hoy, como le dijo a Natanael hace casi 2000 años, Ven y lo verás. Esa decisión de ir, es responsabilidad nuestra.
Muchas veces son las personas más cercanas a nosotros las que tienen necesidad de nuestra ayuda. No debemos ir en búsqueda de quien sabe qué acciones por realizar. Es mejor iniciar por aquellas más sencillas, que el Señor nos indica como las más urgentes.
Cristo quiere que cambiemos y limpiemos el “corazón”. El “corazón” es nuestra parte más interna, es el que nos mueve hacia lo que queremos realmente. Lo que anhele nuestro corazón es lo que a Dios le importa. Jesús nos insiste: la impureza no consiste en quebrantar algunos de los ritos externos, sino en la actitud interna. El ritualismo está muy metido entre nosotros. La gente muchas veces quiere que se bendigan sus casas, asiste a las procesiones, cuentan con el poder del agua bendita. Se contentan con una religión de cosas exteriores. Pero muchos no quieren sin embargo cambiar su corazón. El Señor no quiere hipócritas, quiere veracidad, quiere que nos limpiemos por dentro.
Déjate mirar por el Señor, abre tu corazón, siente sobre ti su mirada, su misericordia, y tu corazón estará lleno de alegría, de la alegría del perdón, si tú te acercas a pedir el perdón”. No dejémonos robar la esperanza de vivir esta vida junto a Él y con la fuerza de su consolación.
Sólo desde el amor la libertad germina, sólo desde la fe van creciéndole alas. Desde el cimiento mismo del corazón despierto, desde la fuente clara de las verdades últimas. Ver al hombre y al mundo con la mirada limpia y el corazón cercano, desde el solar del alma. Tarea y aventura: entregarme del todo, ofrecer lo que llevo, gozo y misericordia. Aceite derramado para que el carro ruede sin quejas egoístas, chirriando desajustes. Soñar, amar, servir, y esperar que me llames, tú, Señor, que me miras, tu que sabes mi nombre. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Amén
El mal se destierra, ya vino el consuelo: Dios está en la tierra, ya la tierra es cielo. Ya el mundo es trasunto del eterno bien, pues está en Belén todo el cielo junto. Ya no habrá más guerra entre cielo y suelo: Dios está en la tierra, ya la tierra es cielo. Ya baja a ser hombre porque subáis vos, ya están hombre y Dios en un solo hombre. Ya muere el recelo y el llanto se cierra: Dios está en la tierra, ya la tierra es cielo. Ya el hombre no tiene sueños de grandeza, porque el Dios que viene, viene en la pobreza. Ya nadie se encierra en su propio miedo: Dios está en la tierra, ya la tierra es cielo. Amén
Si dejamos todo a lo fisiológico o sometido a ello, perdemos de vista las riquezas psicológicas: la sensibilidad, la emoción, el afecto, la inteligencia, la memoria; peor si dejamos a un lado lo espiritual, que es donde está el sentido de nuestra vida, la libertad, el amor, la apertura a lo distinto, al otro, al Trascendente, Dios. Cuando endurecemos nuestra mente y nuestro corazón sólo por ver un aspecto de la persona, propiciamos la división.
Nos reúne de nuevo el misterio del Señor que resurge a la vida, con su luz ilumina a la Iglesia, como el sol al nacer cada día. Resucita también nuestras almas, que tu muerte libró del castigo y vencieron contigo al pecado en las aguas del santo bautismo. Transfigura los cuerpos mortales que contemplan tu rostro glorioso, bella imagen del Dios invisible que ha querido habitar con nosotros. Cuando vengas, Señor, en tu gloria, que podamos salir a tu encuentro, y a tu lado vivamos por siempre dando gracias al Padre en el cielo. Amén.
El amor, pues, es el servicio concreto que damos los unos a los otros. El amor no es sólo palabras, son obras y servicio; un servicio humilde, hecho en el silencio y en lo escondido, como Jesús mismo ha dicho: «Que tu mano izquierda ignore lo que hace la derecha». Esto implica poner a disposición los dones que el Espíritu Santo nos ha donado, para que la comunidad pueda crecer. Además, se expresa en el compartir los bienes materiales, para que ninguno este en la necesidad. Esto del compartir y de la dedición a quien está en la necesidad es un estilo de vida que Dios sugiere también a muchos cristianos, como camino de auténtica humanidad.
Eres luz y siembras claridades, eres amor y siembras armonía desde tu eternidad de eternidades. Por tu roja frescura de alegría la tierra se estremece de rocío, Hijo eterno del Padre y de María. En el cielo del hombre, oscuro y frío, eres la luz total, fuego del fuego, que aplaca las pasiones y el hastío. Entro en tus esplendores, Cristo ciego; mientras corre la vida paso a paso, pongo mis horas grises en tu brazo, y a ti, Señor, mi corazón entrego. Amén.
…Yo, que soy de cultura musulmana, aprendí del padre Antonio Peteiro que las religiones, si no sirven para acercarse a los seres humanos, son inútiles…
“La familia vive de la promesa de amor y fidelidad que el hombre y la mujer se hacen el uno al otro… El amor es libre, la promesa de la familia es libre, y esta es la belleza. Sin libertad no hay amistad, sin libertad no hay amor, sin libertad no hay matrimonio. Por lo tanto, libertad y fidelidad no se oponen, más bien se sostienen mutuamente…”